Maldita, maldita seas.
Maldita seas tú y toda tu familia.
Maldito tu padre,
Maldita tu madre,
Malditos tus hermanos
Y también, tus malditos hijos.
Maldita
Maldita sea tu nombre.
Mil veces maldita.
Maldita la vida que posees.
¡Maldita, maldita, maldita seas!
porque no puedes dejar de ser tú,
Ni aparentar otra cosa.
¡Maldito sea tu rostro,
Maldita tu piel y tu raza!
Malditos los ojos con los que te miras.
Y malditos los días en que te lloras…
Maldito el lugar y el día en que naciste,
Y maldito el día en que te mueras.
Maldita tu infancia.
Maldita tu vejez.
Maldita eres, maldita serás,
Maldita de por vida.
El estigma del pasado te persigue,
Pobre maldita…
¡Llora, grita y revuélcate en tu miseria!
¡Golpéate contra las puertas,
Reviéntate a mazazos,
Y restriégate en la desdicha!
¡Maldice tu cicatriz,
Porque te ha hecho maldita!
Rajada vives, rajada por la vida.
Rostro marcado y pecho herido,
De ti nacen lirios pero también renacuajos
De tus ojos brotan las mañanas
Y las podridas penas.
Pobre de ti, mujer maldita.
Maldita me dicen todos,
Maldicen mi origen, mi lengua
Y mi cultura.
¿Cómo se deja de ser una maldita?
Si los malditos que me maldijeron
Insisten en llamarme maldita.
Maldita seré pues, porque está vez,
La maldita no dejará que la maldigan.
Diana Rossette Luciano
8 de marzo del 2016
Ciudad de México
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