Muele mis dientes de un solo golpe. ¡Hazlo! ¡No lo pienses! Toma ese viejo mazo oxidado y estréllalo en mi cara. ¡Hazlo! Necesito calmar esta angustia añeja que me duele. Si no fuese suficiente el mazo, puedes prenderme fuego a media noche, quiero calcinarme mientras lloro convirtiéndome en polvo. O rómpeme las piernas y, déjame en el monte para que me devoren los animales. Lo único malo, será que los pequeños fragmentos de mi carne se queden embarrados funestamente entre las lenguas y colmillos de mis devoradores.

Diana Rossette Luciano

20 de mayo del 2016

Ciudad de México