Diana Rossette Luciano
01 de mayo del 2024
Ciudad de México
«Quiero convertirme en plañidera para llorar en funerales por la muerte de desconocidos. Representar el papel del dolor con lágrimas que parezcan honestas. Representar el papel del duelo con agonía en el pecho y una tristeza inagotable. Vestiré de negro y llevaré flores blancas en las manos. Con el rostro mojado, hinchado por los días de duelo miraré hacia la nada esperando que la presencia del difunto se me haga presente y dejaré que, un repentino golpe de sufrimiento se convierta en un llanto inconsolable.
Quienes vayan al velorio me observarán y murmurarán: –¡Pobre mujer! Tal vez era la esposa, la hija, la madre, la hermana del hoy difunto.– Y a quienes me pregunten les responderé: –Fui su amante–. Y entonces una vida alterna y ficticia se abrirá en ese instante, se dibujará un nuevo pasado en la vida apagada y rutinaria de aquellos muertos, una en la que ellos y yo, nos citábamos a escondidas en cafés y estaciones del metro para cubrirnos de besos obscenamente apasionados bajo la lluvia de mayo y peleas, en hoteles baratos, devastados ante la imposibilidad de seguir juntos, rendidos, ante un amor que solo se puede vivirse en secrecía.
Lloraré por amor ante los féretros de esos desconocidos, y mi duelo será tan grande como el de quien ha perdido lo que más amaba. Besaré sus bocas, y diré sus nombres y exclamaré con verdad el dolor de su ausencia. Seré la mejor representando la aflicción de los otros.
Pero solo yo sabré que te lloró a ti, llorándole a extraños muertos. Cuando mire sus cuerpos vislumbraré tu rostro, porque imaginar que mueres, es más fácil que llorar porque te has ido.
Morir es involuntario, pero abandonar, es un acto de total voluntad. Lloraré por ti en los funerales hasta que un día tu ausencia me sea indiferente, entonces, simplemente cambiaré de oficio.»
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